Hay un viejo centinela que me cuida
sin perderme de vista al navegar,
él espera mi llegada si es de noche o de día,
qué más da, para él siempre será igual.
Y allí está, para recibirme o despedirme
tal como mi padre lo hacía en esas noches
de alocada juventud.
Puedo presentir su mirada a la distancia
cuidando mis espaldas,
hasta perderme por completo
cuando me adentro en alta mar,
con un hasta pronto esperanzador de
volvernos a mirar.
Surcando mi regreso, y sí… Allí está
sabía que esperaba por mí
como siempre en todos mis viajes,
como siempre en todos mis regresos
tantos años y le veo igual.
No se que haría sin su luz de guía
cuando por las noches voy llegando,
indicando el camino al puerto de mis amores
donde siempre he de anclar.
Oh! mi viejo centinela, cuánto te añoro.
Vieja columna de piedra bañada por salitre
que emerges desde las aguas queriendo llegar al sol.
Viejo faro que guías los caminos de los que se han dedicado
al valiente oficio de la navegación.
Xavier H©