Antiguas miradas te dan la bienvenida, susurran despacito tu nombre y te invitan a ensanchar tu espacio. Nada es fortuito. Las nubes errantes, el cielo disperso, tu presencia ahí. Es una cita con el tiempo, desde tu nacimiento, hasta el momento de tus pisadas en tierra ancestral.
Brota el agua. Borbollones silentes y eternos. Aguas derramadas de mirada pétrea, áureas, luminosas, perennes. Agua y tierra, manantiales que surcan los inframundos para ver la luz. Aguas que tocan lo sublime, caminos esculpidos por manos divinas en juegos de niños, amontonando el verde, el ocre, los tonos de azul y blanco en un escenario diferente a cada instante.
El momento se evade. Es único.
