Extraño eso…
Eso que te hacía sonreír y mirar el cielo.
Eso que cada vez me alentaba más a acercarme y tocar tu alma.
Imaginar el simple echo de tenerte cerca cimbraba mi cuerpo, y más que nada, mi alma.
Me alentabas a querer más de lo que en el mundo se puede tener, que parecía no había límites.
Cuando te abrías a mí, dando cada sentimiento, parecía imparable el echo de que todo terminara.
Realmente podría comparar lo que sentía, como un campo de Gazanias que se abrían frente al sol solo con sentir tu mirada sobre mi.
Era tan inefable lo que sentía. Podía a ver jurado que enloquecía, que era más de lo que la vida daba.
Cada mañana que miraba tú cabello tan desgarbado, y ese caminar tan seguro, me preguntaba si la realidad me estaba dando un obsequio.
Podía persivir que la resistencia, no era por inteligencia.
No me resistía, dejaba que todo fluyera como agua en río. Pero mi inteligencia me gritaba que dañarías el corazón del pobre ser dentro de mi cuerpo.
Clave para todo… El corazón no deja que escuches a tu inteligencia hasta que sabes que no hay nada más que hacer, solo fluir.
Deja una respuesta