“Entre cristales sobresalía la luz de su mirar. Entre dolor la fuerza se detectaba.
La calidez de su cuerpo descongelaba cualquier corazón que congelado se encontrara.
La verdadera potencia de su alma se encontraba ahí, cada segundo haciéndose más fuerte, creciendo y esparciéndose como el fuego en un campo de pasto seco.
Un triste juego que se volvió cotidiano.
Sabía que no tenía nada que perder, pues ya lo había perdido todo.
Las lágrimas ya no eran más que líquido sin sentido que salía por las noches, sin detenerlo, solo fluía, más llanto de dolor no era.
La poca humanidad que aún flotaba, era por las caricias que sus manos tibias le brindaban, ahí solo podía ser otra. Ahí estaba su lugar, un lugar que no le pertenecía, sin embargo, siendo lo prohibido, la llamaba, la proclamaba de una forma que solo ella podía escuchar.”
ESCRITO POR ANA YARETZY
