Ataviada con su velo carmesí en magnitud de declarante sensual, se quedaba parada en el umbral del placer.
Armonizando cada suspiro que provocaba su falso soneto.
Pronunciando palabras soeces que se hacían sentir en lugar de las caricias sensibles.
Amando cada sueño de amor, cada escalofrío de goce.
Añorando cada placer que su deleite conoce.
Pensamientos que adorna con la exquisitez que el momento requiere, mientras espera a que la soledad muera.
Anunciando dichosa que ella puede, que en el destierro de su juventud no cabe la clausura.
Retirando sus sentidos a una alcoba oscura en la que sus dedos la amen con locura.
En esa recta de la vida, en esa curva que a veces hace el amor, cuando lo condenamos a que sea, una nostalgia pura.
©Adelina GN
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